Por Nico Antoniucci
Para quienes tienen el privilegio de disponer del tiempo para la magnífica ejercicio de la contemplación sabrán que el paso de las estaciones es uno de los fenómenos naturales más conmovedores a los que se puede someter la observación humana. Nos hace entender que estamos en una roca que gira sobre sí misma, que a su vez orbita otra roca más grande que es solo un granito de arena en el desierto de la inmensidad espacial de la galaxia y del resto del universo.
Y que este ir y venir alrededor del sol sometido a la inclinación del eje de la tierra hace que en distintos puntos de la orbita en un hemisferio tenga el clima opuesto al otro. Son solo unos pocos grados en comparación a otros cuerpos celestes que pueden llegar a tener centenas de grados de diferencia no en el mismo año sino en el mismo día. Las leves diferencias de grados Celsius pueden modificarlo todo en la organización de la vida en este planeta. Pueden hacer que determinados animales e, incluso, vegetales, diverjan en sus características genéticas provocando cambios irreversibles en su especie, mutaciones maravillosas que los transforman en seres diferentes, adaptados al medio que les toca vivir. Por ejemplo, la especie Betula, conocida vulgarmente como abedul, desarrolló una corteza papirácea (como tiras de papel) color blanca que repele los rayos UV del sol reflejado en la nieve. No todas las especies del género Betula responden de la misma manera y eso es lo que lo hace singular y atractivo. El Mamut, antes de ser extinguido, era un elefante de pelo largo, único en su tipo también.
También es notable como cambia la luz. Y la luz sobre las cosas, sobre los objetos de este mundo es lo que les da alma, carácter y personalidad. Podemos tocar la sustancia de cada objeto con la mirada si la luz refleja sobre ellos sin necesidad de usar nuestro tacto. Y cada luz tiene su geometría y su temperatura, por lo cual les aseguro que la misma cosa iluminada por el mismo astro puede diferir en nuestra apreciación sobre ella según en la época del año que la veamos, incluso, en la hora del día que lo hagamos. Y la luz otoñal se caracteriza, en primer lugar, por su tonalidad, más cálida que la del verano. Al estar el sol más bajo en el horizonte, la capa atmosférica que deben atravesar los rayos es mucho más importante que en verano. La luz afecta nuestro estado de ánimo y por eso el otoño nos conmueve.
¿Y cómo afecta a los árboles?
El color de las hojas en el otoño seguramente es un espectáculo inigualable que nos regala la naturaleza año tras año. Para que este fenómeno se produzca intervienen varios factores y distintos pigmentos.
Después del verano cuando las noches son más frías, comienza en las hojas un proceso por el cual el azúcar presente en los tejidos foliares, da lugar a pigmentos, que viran el color de las hojas a los dorados y rojos que tanto nos deslumbran en el otoño.
Estos pigmentos conocidos como antocianina y antoxantina suelen estar siempre presentes en algunas plantas, sobre todo en las estaciones más frías, dejándole paso al verde en el verano.
En los brotes primaverales cumplen la función de protección , enmascarando el verde claro de las pequeñas hojas, más vulnerable a los rayos ultravioletas, con tintes rojizos, como es el caso de los ilex y photinias.
Otro pigmento, la clorofila, que es el “verde “ de las hojas, además de cumplir su función en la fotosíntesis, en el otoño se retira produciendo pigmentos carotenoides, virando el color de las hojas al amarillo pálido.
La intensidad de los colores otoñales dependen también del tipo de suelos, en sustratos ácidos se producen escarlatas y rojos intensos, mientras que los alcalinos dan lugar a colores apagados .
Algunas veces es la predisposición genética en plantas de una misma especie, que hace que unas tomen más color que otras.
Podemos tener especial cuidado en plantar en lugar soleado y reparado, de lo contrario apenas empezamos a disfrutar de los colores de las hojas, se las lleva el viento!
En Mar del Plata hay barrios más recientes, donde las primeras forestaciones de Tilos, Plátanos y Arces sicomoros no fueron alcanzados. Por lo que su forestaciones urbanas fueron impulsadas principalmente por los propios vecinos, de manera que al ser ellos mismos quienes tomaron la iniciativa tuvieron lugar a asesorarse antes de comprar los frentistas cada ejemplar. Y siendo los follajes otoñales las preferencias electivas de casi todos, es que podemos ver en los barrios más nuevos de la ciudad como El Grosellar, Caisamar y San Carlos, por ejemplo un verdadero espectáculo de colores.
Por último, el otoño atrae a las personas mal informadas a podar anticipándose la caída de las hojas para no barrer ni limpiar tejados. Es fundamental que todo el nutriente de la hoja se retire y se almacene en los órganos perennes como tallos y raíces. Por favor no caiga en esa tentación, la salud de los árboles dependen de ello. Más importante que plantar nuevos arboles es cuidar los que tenemos. Hable con sus vecinos sobre esto, la información es el único arma que tenemos contra la barbarie.